Enseñar a innovar
La creatividad es el origen del progreso humano, la fuente de inspiración que aporta significado a nuestra existencia. Las culturas, tradiciones, idiomas, valores, herramientas y hallazgos científicos han sido el resultado de la inventiva humana, por lo que las contribuciones de las personas imaginativas en los procesos de descubrimiento e invención son imprescindibles para la sobrevivencia de la humanidad. La innovación cobra aún mayor importancia en la era de la globalización y el conocimiento. Por su capacidad de proponer ideas, evocar nuevas formas de pensar y llegar a respuestas inesperadas, los países más creativos logran producir y vender más nuevos productos, servicios y tecnologías. Por su disposición de pensar abierta y flexiblemente, logran generar respuestas ingeniosas a problemas complejos y a superar obstáculos formidables.
El estimular la creatividad en los jóvenes, así como apoyar y reconocer sus iniciativas innovadoras, se ha convertido en un imperativo nacional, y sin embargo, poco se ha avanzado en ese sentido. Algunos asumen que la creatividad es un talento con el que se nace, por lo que no se puede estimular. Otros no la fomentan porque no sabrían cómo hacerlo, porque sienten que no les corresponde hacerlo o porque el esfuerzo adicional no sería públicamente reconocido ni recompensado y hasta mal recibido.
Por suerte, sí se puede lograr que los muchachos piensen y se comporten de forma más imaginativa. Se les puede modelar conductas y disposiciones, por ejemplo, para plantear preguntas poco esperadas, anticipar tendencias en situaciones ambiguas y proponer soluciones novedosas. Se les puede enseñar a ser valientes y perseverantes ante la frustración y la injusticia; a defender su derecho de pensar de forma distinta y a retardar su gratificación para cosechar los beneficios de su esfuerzo a largo plazo, todas cualidades de las personas creativas.
Hoy se sabe que la creatividad es el resultado de la interacción entre factores genéticos y ambientales, y que ciertos entornos (familiares, educativos o laborales, por ejemplo) los estimulan. Múltiples estudios empíricos demuestran que las mentes creativas se desarrollan en ambientes abiertos, libres de opresión y exclusión, ricos en oportunidades culturales y recursos físicos, en donde se motiva a las personas a jugar, experimentar y a crear, a asumir riesgos, a esforzarse por pensar de formas poco tradicionales y a ser tolerantes ante las ideas y puntos de vista inusuales. Son ambientes propicios para fomentar la creatividad aquellos que brindan a las personas ocasiones para establecer sus propias metas, reglas y métodos, los que proveen múltiples incentivos y el reconocimiento social por adoptar conductas creativas.
También existen métodos de enseñanza que fomentan la creatividad. Las actividades pedagógicas deben fomentar el descubrimiento, ser culturalmente auténticas y proveer a los alumnos con oportunidades para poner en práctica sus propias ideas y cometer errores sin temor, elevando así su nivel de motivación, autoestima y resultados de aprendizaje. Los alumnos deben dedicar tiempo, no a recordar respuestas a posibles preguntas de un examen, sino a leer, investigar, escribir, plantear proyectos y diseñar productos que vengan a solventar problemas o necesidades que ellos mismos diagnostiquen en su entorno. Luego deben trabajar, de forma colaborativa, con pares, profesores y miembros de la comunidad, en su solución, lo que les permitirá desarrollar destrezas avanzadas de pensamiento, comunicación, interacción social y uso de herramientas tecnológicas.
Las personas que son reconocidas por su originalidad, que no son penalizadas por sus errores, que están dispuestos a defender e implementar ideas poco populares, serán los artífices del futuro, por lo que el entusiasmo por innovar y contribuir con el progreso humano debe triunfar sobre la desidia, la incompetencia, el prejuicio y la envidia. Se debe fomentar la innovación y enseñar a los alumnos a convertirse en personas creativas, y hacer oídos sordos a quienes aboguen por mantener el statu quo, escudándose en tabúes y normas burocráticas. Sus iniciativas de innovar en el aula no deben esperar.
Dra. Silvia Castro, Rectora de ULACIT
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